Lazos



Durante la mayor parte de nuestra existencia buscamos a alguien con quien compartir nuestra vida, a quien contarle todas nuestras inquietudes, con quien poder sentirse vivo. Pero en la vida siempre hay obstáculos, y cuando uno de ellos bloquea los lazos que nos unen, la tristeza que nos invade convierte nuestra vida en algo insignificante.

Sergio J.

Sois unos cobardes




Esconded la cabeza vosotros que no queréis arriesgaros, no os preocupeis que ya vendrá otra persona a salvaros, pero pensad que sois unos cobardes, y que cuando los demás alcanzen  la victoria vosotros solo tendréis aquella vieja roca sobre la que os ocultasteis.
Greta B.


A veces nuestras preocupaciones, son innecesarias y perdemos tiempo a causa de un objeto perdido, discusiones entre amigos ... pero hemos de dejar esto para los perores momentos, a fin de que nos tomen más en serio.
Para vuestro mejor entendimiento pondré un ejemplo de cierto acontecimiento de viví hace un tiempo.
A la salida de clase, me encontré con un niño, él suele ser alegre, pero en aquel momento su cara estaba bastante pálido, tras esto le pregunté ¿Qué te ha ocurrido? y acto seguido me contestó, es que se me ha muerto un amigo.
Me quedé paralizad@, y opino que eso si es realmente para ponerse triste.
Una persona de este mundo.

La pelirroja



Caminaba por la calle sin destacar demasiado.
Era una chica de unos dieciocho años, que llevaba la habitual bandolera que contenía los  libros del instituto.

Sin embargo, cuando vi aquella figura esquelética y encapuchada que transportaba una guadaña acechándola entre la multitud me percaté de que debía hacer algo.
Justo cuando la chica cruzaba la calle, un veloz vehículo deportivo cabalgaba sobre el asfalto.
Los ojos de la pelirroja se abrieron vertiginosamente mientras la misteriosa figura abría con elegancia sus fauces para absorber su alma.

Entonces, corrí con todas las fuerzas que me permitían mis desarrollados músculos.
Aparté de un empujón a la chica y vi cómo el deportivo se llevaba por delante al encapuchado.

Nadie pareció verlo.

Entonces, aquel ser se irguió, sin mostrar ningún signo aparente de lo que acababa de ocurrir.
Una mirada se cruzó entre los dos, y el corazón imploró salir del pecho. Mis venas se marcaban cada vez más en mi piel, hasta que unas cuantas reventaron.
Comencé a sangrar. En ese momento, me percaté de que nadie se movía. Sólo miraban a la chica que estuvo a punto de fallecer, pero, aun así ni pestañeaban.
Me desplomé y un ruido sordo me indicó que había chocado contra el asfalto. Mi piel se pudría por momentos. La calvicie invadía mi cráneo. Mis ojos reventaron.
Cuando me desperté seguía en el mismo lugar, y la multitud seguía petrificada. De repente, la guadaña voló hacia mis manos. Cuando las miré, descubrí unas falanges sin carne sobre ellas. Mi indumentaria era exactamente igual que la de aquel ser que acechaba a la chica.

Elevé la vista, consumido por la incertidumbre, y el movimiento regresó a Manhattan.
Observé a la chica, que se giraba para ver al héroe que la había salvado.
Pero en su lugar se encontraba un ser encapuchado y con guadaña en mano.
Sin tener control sobre mis actos, la hoja de la guadaña se clavó en el pecho de la joven.

Sergio J.

Combates



El mal no se puede combatir con más mal, sino con e bien.
La tristeza no se puede combatir con más tristeza, sino con la alegría.

Greta B.

Visitantes en el mundo

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